Luctus

La lluvia caía a cántaros. Era otra tarde de domingo cualquiera, fría, sola. Se sentía llegar el inicio de otra monótona semana, casi pudiendo vislumbrar la cuenta regresiva que pondría todo en marcha otra vez, como cada semana de cada mes, de cada año.

Pero de eso no me tengo que preocupar tanto, hace meses me despidieron del trabajo y ahora me encuentro frustrado ante la falta de empleo.

La televisión está prendida, pero solo es para tener un poco de ajena compañía mientras el té verde se enfría y la lluvia cae por la ventana.

 

A ella le gustaba el té verde -.

 

Me digo. Pienso en voz alta porque es lo único que puedo hacer en esta desoladora escenografía de un apartamento solo y triste que seguro perderé también si no logro encontrar otro empleo en las próximas semanas.

Todo cambió cuando ella murió. El mundo entero se tornó ‘noir’ una vez que todos se vistieron de negro para su funeral y los días ya no tenían color.

 

Tengo sus últimos mensajes todavía guardados en el teléfono, no me he atrevido a borrarlos. Aunque ahora me parecen tan ajenos, extraños. Los leo por ratos y casi puedo escuchar su voz repetir las palabras escritas de manera virtual.

Y luego llega otra voz, esa que me dice ‘ya no está, no volverá a escribir otra vez, se fue’.

 

Recuerdo el día en que murió…

 

Llovía copiosamente y por las ventanas de mi oficina se veían caer las gotas de lluvia cual monzón tropical, ciertos relámpagos y truenos eran la banda sonora de aquella tarde. Ese día habíamos discutido. De meses para acá ella comenzó a comportarse extraño, llegaba más tarde que de costumbre y cuando le intentaba marcar, su teléfono estaba apagado. Supuse lo peor, pero no quería investigar, no quería empezar de tóxico a seguirla o espiar su teléfono, si las cosas iban a acabar, era mejor que fuera de manera natural.

Mi apatía para con estas cosas me estaba comiendo poco a poco, de tal forma, que también en ese trabajo ya me estaba dando igual mi situación, faltaba por días mientras me encerraba en un bar cercano para entumecer todos mis sentidos…

En resumen estaba valiendo verga y no me importaba en lo más mínimo.

Seguro que aquél con el que me estaba engañando tenía un mejor futuro.

Me daba igual, pero no en ese momento, ese día fue uno de pocos con mucha lucidez, quería hacer las cosas bien, quería “echarle ganas” a las cosas y tal vez, ponerle fin a aquella relación, aún con mucho dolor, aún recordando la primera vez que la vi y todas las cosas que pasaron después. Nuestro viaje a Veracruz, nuestra primera vez durmiendo juntos, todos los planes a futuro, todas las palabras de amor y de romance que en boca de otra lucirían extremadamente cursis, pero de su boca, siempre era lo justo y necesario por oir.

Quería continuar.

Hasta que recibí esa llamada. Era del hospital, ella había sufrido un accidente vehicular.

Era la pasajera, el que iba manejando derrapó por esquivar un auto que frenó de golpe, el auto dio vueltas hasta que topó con una construcción en obra negra, las varillas de dicha obra perforaron el auto…

Salí de inmediato de la oficina en dirección al hospital y cuando pude acceder a emergencias ya era muy tarde.

Vi su cuerpo perforado por tres varillas, ella todavía sostenía la mano de quien acompañaba…

 

Cuando me dieron sus cosas…

Entre esas cosas estaba su celular y ahora que ella ya no estaba presente, me aventure a leer sus mensajes y leí toda la historia, hasta el ‘sexting’ que de tanto en tanto tenían.

No lloré por ella cuando bajaban la caja, no lloré después de que la soñé, pero no es como si me hubiera reído o hubiera sentido alivio, tan solo me sentía ajeno a todo esa situación, como si de pronto viera toda mi vida colapsar en tercera persona y aún así, no me interesaba.

 

Hasta hoy que más o menos estoy sobrio.

Encontré fotos antiguas de ella y yo, en épocas más felices y dóciles, ella con su cabello rosa y yo riéndome como hace mucho no reía; y por primera vez lloré.

Mi hice un té verde mientras mis lágrimas aún caían por mis mejillas.

 

A ella le gustaba el té verde -.

 

Y mientras ideaba la forma de quitarme la vida en este día lluvioso, algo atrapó mi atención en la T.V.

Eran las noticias, reportaban desde el aeropuerto de la ciudad, hubo un accidente de avión, justo cuando el aeroplano iba a aterrizar sufrió un percance en la pista.

Lo extraño es que, no había ambulancias, había militares acordonando la zona y cuando el camarógrafo hace un paneo por la zona del accidente, se ve a los militares disparar en contra de las víctimas que bajaban del avión, algunos, todavía tambaleándose y caminando de manera errática, uno de ellos, me parece, atacó a un militar después de que éste le disparara en varias ocasiones.

La transmisión se cortó y desde el estudio ahora se informa que la situación en el aeropuerto es delicada y que seguirán informando.

Empecé a cambiar a otros canales de noticias y reportaban lo mismo.

Y de pronto la luz se fue.

Me quedé sentado, en silencio, solo con una taza de té verde a medio beber enfriándose mientras la lluvia caía.
A ella le gustaba el té verde -.

 

Amirov. 2018.

Deja un comentario