Rosafarben

El primer verso, así como el primer beso ese que siempre es el más difícil.
No es de sorprenderse que también sea malo para las cartas o para las historias.
Que me olvide siempre de cuentos infantiles, de historias para hacerte dormir.
Quiero que permanezcas despierta, que escuches de mis labios nuevos cuentos, relatos olvidados de lo que hace uno en la alcoba sin descanso hasta el amanecer, muero por contarte al oído sobre ellos, antes de andar juntos a la cama, para hacer de todo menos dormir.
Seguramente te reirías si te contara de todas las nuevas historias que desde hace varios días me tienen sin poder dormir; de personas que confunden la felicidad por unas horas absortos en la cama intoxicados de sí mismos.
Puedo contarte de algunos,
que sueñan con paisajes luminosos,
que sueñan con ríos, con selvas,
con montañas y grutas escondidas,
y que encuentran en todo aquello,
la mejor manera de relatar un acto
tan sencillo como el sexo.
Otros son innecesariamente complejos.
Oscuros, atrevidos e incluso perversos.
Tanto en la forma que besan,
como en la que escriben.
Por lo que a mí respecta.
Me parece fascinante esta nueva forma
de decirte las mismas cosas.
Que te encuentro irresistible, hermosa,
que estoy enamorado de ti;
como cualquier ingenuo adolescente.
Me es imposible pensar que sueñe al mismo tiempo con tomar tu mano y acostarnos en cualquier sitio.
Con los ojos cerrados para disfrutar de tu voz y tu risa.
De tu respiración entre cortada, de la forma en que gimes y te ahogas; y te aferras a mí después de decirte al oído lo que voy a hacerte después. Me es incomprensible que algo pueda ser a la vez doloroso y placentero y sin embargo, quiero que dejes en mi piel marcadas las huellas de tus besos.
Quiero que tus manos no dejen la menor duda de que estuviste conmigo. Así que muérdeme, acaríciame entiérrame las uñas, hiéreme de cualquier forma en que te dicte el deseo. Sé involuntaria. Sé febril. Olvida sobre la cama hasta tu propio idioma.
No pidas.
No preguntes.
Arrebata y exige.
Olvidemos pues la delicadeza de las palabras dulces y de mis versos, por ahora me basta con que sepas que te deseo, que te deseo con mi cuerpo enloquecido, con mis manos que solo conocen la delicadeza, las poesías y el arte.
Quiero que seas perversa, juguetona o cruel, que seas una perdida.
Quiero que me enseñes que se puede amar más allá de mis fantasías, que eres real, que existes y que estás aquí para volverme loco poco a poco.
Deja que mi lengua divague por la curvatura de tus pechos, deja que mis manos se arrastren trémulas hasta tus piernas.
Imagino tus muslos blancos y firmes, tan apetecibles para acariciarse como los lomos de los gatos.
La calidez de tu piel y tus labios rosados y húmedos como granadas, con ese nostálgico aroma de un higo recién abierto.
Deja que me ahogue entre tus caderas, que conozca y les otorgue un nombre a cada uno de tus lunares.
Y que aprenda la forma y la manera en que disfrutas más del sexo.
Quiero que mi saliva te reconozca, adivinar a que te saben los labios, o tus pezones, a que saben tus besos o tus manos; cual es el sabor de tus hombros o de tu cuello.
Quiero saber que es lo que te provoca, la forma en que debo acariciarte para mandar esa chispa inesperada que te quema por dentro, que te lleva a poner tus brazos al rededor de mi cuello.
Y a pedirme con la mirada que te cuente una de mis historias, antes de irnos a la cama, para hacer de todo menos dormir.
Marius. 2018.

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